«Noches de Studio» cuenta una historia que te transportará a otra época, dónde las noches en el Studio 54 eran legendarias.
NOCHES DE STUDIO
SINOPSIS
Noches de Studio transcurre en la ciudad de Nueva York, a finales de los 70 y principios de los 80, cuando la gran ciudad se veía deslumbrada por aquel lugar llamado Studio 54. A través de los ojos de Alena Turner, una mujer criada en el seno de una familia tradicional que se ve en la tesitura de cambiar su forma de vida cuando su marido le es infiel, nos sumergiremos en una época diferente donde el desenfreno, las sustancias ilícitas y las fiestas eran bastante comunes en aquel entorno.
Mientras comienza de cero con la ayuda de su mejor amiga, Ivy Davis, se relacionará con gente interesante que la llevará a disfrutar del mundo de una manera diferente a la que estaba acostumbrada. Experimentará emociones y sensaciones jamás sentidas que le abrirán los ojos en muchos aspectos, haciéndole entender que debe aprovechar cada momento al máximo.
Largas noches de fiesta en el Studio 54 la conducirán a abrir su mente para que deje atrás a la persona que ya no quiere ser, a la vez que descubre un lugar donde puede ser ella misma.
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FRAGMENTO DEL CAPÍTULO I – EMPEZAR DE CERO
¿Qué hacer cuando tu vida se va a la mierda a una velocidad tan apabullante que ni siquiera lo ves venir? Buscar a tu mejor amiga, para ver si aporta un poco de sensatez ante tanto desvarío. Eso es lo que pensaba, mientras iba andando por la calle 77 de la Avenida Columbus, recién salida del apartamento que hasta hace poco compartía con mi marido Jim Sanders.
Vivíamos en un pequeño edificio con la fachada de ladrillo rojo y pequeñas ventanas blancas, donde residía desde hacía más de dos años. El mismo tiempo que llevaba casada con Jim y el mismo tiempo que llevaba trabajando como correctora en Sanders Publishing. Digo llevaba, porque la editorial en cuestión pertenece al padre de Jim y claro, como su hijo había decidido darme la patada, él pensó que sería bastante incomodo que continuara trabajando allí. El señor Sanders, me despidió tres horas después de que su hijo me dejara, me dio el finiquito y me dijo que sentía mucho todo lo ocurrido. ¿Que sentía mucho todo lo ocurrido? ¡Ja! y una mierda.
Jim rompió conmigo porque según él nuestra relación ya no funcionaba, su padre me había despedido y yo no sabía qué hacer con mi vida. Era una mujer de veintisiete años, a finales de los años setenta, que no tenía a donde ir. Así que llamé a Ivy Davis, mi mejor amiga desde que nos conocimos en la universidad, y me ofreció ir a su casa de inmediato. No la veía desde hacía meses y me sentía fatal porque no quería que nuestro reencuentro fuera de ese modo, no quería que pensara que era por pura conveniencia, sino más bien porque era la única que tenía completamente mi confianza.
Meditando todo lo acontecido, cargada con una maleta y tres inmensas bolsas repletas de algunas de mis cosas, mi lado racional me dijo que lo mejor era coger un taxi si no quería llegar a casa de Ivy echando los pulmones por la boca. Ella vive en el número 50 de la calle 85 en la Avenida Central Park West, en un edificio de piedra blanca, con las ventanas curvas de aluminio de color negro y con una enorme marquesina en la puerta de entrada, que además quedaba algo lejos como para ir a pie. Así que subí al ansiado taxi, que tanto me costó lograr, llegué a las puertas de aquel edificio con la moral por los suelos y entré al tiempo que tomaba una gran bocanada de aire. El ascensor ascendió hasta la planta 12, las puertas se abrieron y salí dispuesta a encontrarme con mi mejor amiga, pero antes me tomé un segundo para recomponerme. ¿Cómo podía ser que mi vida cambiara de la noche a la mañana del tal modo? Yo que creía que la tenía resuelta y en ese instante no tenía ni a donde caer muerta. Pasé de ser la señora Alena Sanders, a ser de nuevo la señorita Alena Turner y no asimilaba como podía enfrentarme a ello. Por consecuencia, mi ansiedad nerviosa había vuelto, en ocasiones sentía que me quedaba paralizada o sin aire, e incluso me entraban ganas de vomitar.
Llamé al timbre y mi amiga no tardó en recibirme con los brazos abiertos, se hizo a un lado para que pasara y me percaté de que su melena larga y negra ya no lo era, ahora la llevaba por encima de los hombros y le daba un aspecto de lo más sofisticado, sus ojos verdes seguían transmitiendo esa chispa que los caracteriza y su sonrisa continuaba siendo esplendorosa. En esencia, seguía siendo ella.
Nos encaminamos hacia la sala de estar, donde nos sentamos en su enorme sofá con forma de U, me miró como si quisiera descifrar qué se me pasaba por la cabeza en ese momento y me hizo la tan temida pregunta.
CONOCE A LA AUTORA
Me gustaría empezar diciendo que esto no me va a resultar sencillo, ya que no me gusta hablar de mí. Aún así, intentaré hacerlo lo mejor posible.
Nací en Valencia un 16 de diciembre de 1983. Aunque por cosas de la vida, que relataré más adelante, ahora vivo en un precioso pueblo de la misma provincia llamado Vilamarxant. Allí resido con mi compañero de vida y con nuestro hijo, un adolescente de dieciséis años que nos trae de cabeza. Él es lo mejor que me ha pasado, sin él nada sería lo mismo y a día de hoy es la razón de mi ser.
A muy temprana edad supe que la vida no era fácil, pues con cuatro años perdí a mi padre y mi madre y yo tuvimos que mudarnos a Vilamarxant. El pueblo donde residían mis abuelos. Pese a ello recuerdo mi infancia con cariño, hasta que cinco años después mi madre también falleció tras una dura enfermedad y las cosas cambiaron. Me quedé con mis abuelos maternos, tuve que madurar muy deprisa, aprender rápido y enfrentarme a situaciones que otras niñas de mi edad ni siquiera entendían. Todo empezó a complicarse sin entender el porqué. La muerte no paró ahí y continuó llevándose a gente que por edad no le tocaba, otra vez apareció en escena y esa vez se llevó a mi amiga. Una niña que sólo tenía doce años. Fue tan repentina y tan injusta que tan siquiera lo vi venir, haciendo que otra herida se abriera en mi alma.
En la adolescencia, la ausencia de esos seres queridos se hizo más insoportable, supongo que ahí realmente te das cuenta de lo que significan de verdad esas perdidas y el dolor que te genera el no poder volverlas a ver, sentir, tocar,
escuchar… Quizás, por todo ello, es por lo que me desagrada hablar de mi pasado.
Volviendo la vista un poco más hacia delante, he de decir que en esos años tan complicados el apoyo de las amistades es fundamental y hoy por hoy sigo relacionándome con esas amigas que, pese a la distancia o a la vida en sí, siempre tendrán un lugar especial en mi corazón. No sólo por el apoyo anteriormente mencionado, también por esas charlas interminables, por haber compartido experiencias de vida y por crecer juntas mientras nos guiábamos las unas a las otras.
Con diecinueve años conocí a mi pareja, ambos trabajábamos en el mismo sitio y frecuentábamos los mismos lugares. No me hizo falta hablar con él para saber que quería conocer a esa persona que captaba mi atención y al poco tiempo de conocernos comenzamos a salir juntos. Casi cinco años después de empezar nuestra relación nació nuestro rayo de luz y puso nuestro mundo patas arriba. Ellos son mi motor, unos pilares fundamentales en mi existencia y lo que me hace seguir adelante.
Ahondando en mi personalidad he de decir que soy una persona fácil de tratar, siempre y cuando sea con respeto y buen rollo. De no ser así, soy impulsiva y mi carácter o mi manera de responder puede resultar un tanto cortante. A primera vista puedo parecer una persona seria, sin embargo es mi timidez lo que hace que me cueste relacionarme con gente a la que no conozco.
Me gusta la sencillez y la transparencia, valoro mucho la sinceridad, a las personas abiertas de mente que no juzga sin conocer, aprecio la lealtad y pienso que cada cual puede hacer lo que quiera siempre y cuando no le haga daño a nadie.
En mis ratos libres suelo pasear por los maravillosos parajes que hay en mi localidad y aprovecho para fotografiar la naturaleza que los llena, me encanta captar ese instante de tranquilidad al observarla. La lectura también ocupa un gran tiempo y suelo leer cualquier cosa, aunque últimamente me he decantado por la fantasía. Mis gustos literarios son dispares, paso de Jane Austen, que por cierto nació el mismo día que yo pero unos doscientos y pico años antes, a la oscuridad de Edgar Allan Poe. También me gusta la saga de Cassandra Clare y la de Sherrilyn Kenyon, adoro la magistralidad con la que Bram Stoker creó el personaje de Drácula y no sólo eso, la creación del monstruo, del vampiro que conocemos a día de hoy, o la facilidad de Alma Katzu con la que se desenvuelve en los cambios
de tiempo en “Inmortal”. Tal vez por esa misma razón me gusta “El ocho” una novela de Katherine Neville que te engancha desde el principio.
Creo que adoro tanto la lectura porque puedes meterte en la piel de otro personaje, vivir otras vidas, visitar otros mundos sin la necesidad de salir de casa, únicamente usando la imaginación, y por los momentos de desconexión y paz que proporciona. Por eso comencé a escribir, para intentar que las personas sientan lo mismo cuando lean mis libros, haciendo que se olviden por unos instantes de los problemas cotidianos. A parte, me resulta muy terapéutico hacerlo, me da la oportunidad de crear lo que me de la gana y puedo dar rienda suelta a mi imaginación sin ningún tipo de restricción. Por eso me gusta tanto una frase de Edgar Allan Poe, que dice: “La realidad es la causa número uno de locura entre aquellos que están en contacto con ella”. Cuanta razón tenía, la realidad, la vida, el mundo o como queramos llamarlo es complicado y en ocasiones bastante duro. No digo que no merezca la pena vivir cada experiencia, pese a que sea mala, pero a veces te deja sin aliento, sin saber cómo reaccionar y tienes que replenteártelo todo de nuevo cuando lo dabas todo por hecho, tienes que sacar fuerzas de donde no las hay para seguir hacia adelante, plantearte nuevas metas y no dejar que las adversidades te hundan. Ya llegarán tiempos mejores y la luz brillará otra vez eclipsando la oscuridad.
Galería de Fotos – Studio 54